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Los Angeles

" Los ángeles son a Dios lo que los rayos del sol, a éste.
Dios los creó para que estuvieran a nuestro servicio y nos atendieran.
Su razón de ser es contestar a nuestras oraciones.
Aunque vivamos en el mundo material ellos constituyen el vínculo especial que nos une a Él. Además, cada uno de nosotros tiene en su interior un fragmento de Dios, una chispa divina, que le permite acudir a los ángeles en busca de ayuda, ¡y esperar resultados! "

miércoles, 12 de abril de 2017

Los elementales y su semejanza con los hombres



Los espíritus de la naturaleza no son animales; tienen razón y lenguaje como el hombre; tienen mente, pero no alma espiritual. Esto puede parecer extraño e increíble: pero las posibilidades de la naturaleza no están limitadas por el conocimiento que el hombre tiene de ellas, y la sabiduría de Dios es insondable. Tienen hijos, y éstos son como ellos. El hombre está hecho a la imagen de Dios, y se puede decir que ellos están hechos a la imagen del hombre pero el hombre no es Dios, y los espíritus elementales de la naturaleza no son seres humanos, aunque se parecen al hombre pueden enfermar y mueren como animales. Sus costumbres se parecen a las de los hombres, trabajan y duermen, comen, beben y hacen sus vestidos, y así como el hombre está más cerca de Dios así ellos están más cerca del hombre.Viven en los cuatro elementos; las Ninfas en el agua, Las Sílfides en el aire, los Pigmeos en la tierra, y las Salamandras en el fuego. Son llamados también Ondinas, Silvestres, Gnomos, Vulcanos, etc. Cada especie se mueve únicamente en el elemento a que pertenece y ninguno de ellos puede salir de su elemento propio, que es para ellos como el aire para nosotros, o el agua para los peces y ninguno de ellos puede vivir en el elemento que pertenece a otra clase. Para cada ser elemental, el elemento en que vive es transparente, invisible y respirable, como la atmósfera lo es para nosotros. Las cuatro clases de espíritus de la naturaleza no se relacionan entre sí; los Gnomos no se comunican con las Ondinas o Salamandras ni los Silvestres con ninguna de aquellas. Así como los peces viven en el agua que es su elemento, así cada ser vive en su propio elemento. Por ejemplo, el elemento en que el hombre respira y vive es el aire: pero para las Ondinas el agua es lo que el aire para nosotros, y si nos sorprendernos de que estén en el agua, también ellas se pueden sorprender de que estemos en el aire. Así pues, el elemento de los Gnomos es la tierra y pasan por las rocas, paredes y piedras como un espíritu, porque tales cosas no son para ellos más grandes obstáculos de lo que el aire es para nosotros. En el mismo sentido el fuego es el aire en que las Salamandras viven; pero los Silvestres o Sílfides, son los que están en más cercana relación con nosotros; porque viven en el aire como nosotros, se ahogarían si estuviesen bajo el agua se sofocarían en la tierra y se quemarían en el fuego porque cada ser pertenece a su propio Caos y muere si es transportado a Otro. Si ese Caos es denso los seres que viven en él son sutiles y si el Caos es sutil los seres son densos. Por lo mismo tenemos cuerpos densos para que podamos pasar por el aire sin impedimento y los Gnomos tienen formas sutiles, para que puedan pasar por las rocas. Los hombres tienen sus jefes y autoridades las abejas y hormigas sus reinas los gansos y otros animales sus guías también y lo mismo los espíritus de la naturaleza; pero los espíritus de la naturaleza lo preparan por sí mismos. La omnipotencia de Dios no está limitada a cuidar sólo al hombre sino que se extiende a cuidar también de los espíritus de la naturaleza y de muchas otras cosas de que los hombres no saben nada. Todos estos ocho seres ven el sol y el firmamento lo mismo que nosotros porque cada elemento es transparente para los que viven en él. Así pues el sol brilla a través de las rocas para los Gnomos y el agua no impide a las Ondinas ver el sol y las estrellas; tienen sus primaveras e inviernos y su “tierra” les produce frutos porque cada ser vive del elemento de que ha brotado. Con respecto a la personalidad de los Elementales, se puede decir que los que pertenecen al elemento del agua se parecen a los seres humanos de ambos sexos, los del aire son más grandes y más fuertes; Las Salamandras son largas delgadas y secas; los Pigmeos o Gnomos son de dos palmos de estatura pero pueden extender o alargar su forma basta que parezcan como gigantes. Los elementales del aire y el agua, las Sílfides y Ninfas son de bondadosa disposición para con el hombre: las Salamandras no se les pueden asociar a causa de la naturaleza Ígnea del elemento en que viven y los Pigmeos son generalmente de naturaleza maliciosa. Estos construyen casas, bóvedas y edificios de extraño aspecto con ciertas sustancias semi-materiales desconocidas para nosotros. Tienen una clase de alabastro, mármol, cemento, etcétera: pero estas sustancias son tan diferentes de las nuestras como la tela de una araña es diferente de nuestro lino. Las Ninfas tienen sus residencias y palacios en el agua; las Sílfides y Salamandras no tienen moradas fijas. En general, los Elementales aborrecen a las personas presuntuosas y obstinadas, tales como los dogmáticos, científicos, borrachos y glotones, lo mismo que a los pendencieros y gentes vulgares de todas clases: pero aman a los hombres naturales que tienen mente sencilla y son como los niños, inocentes y sinceros; mientras menos vanidad e hipocresía haya en el hombre más fácil les será acercarse a él; pero si es lo contrario, son tan reservados y huraños como los animales silvestres.



miércoles, 5 de abril de 2017

Relato de un angel: El niño herido



Historia de un Ángel Otro caso de intervención en el plano físico ocurrió hace poco tiempo, aunque esta vez solo tuvo por objeto la salvación de una vida humana. Pero digamos antes unas cuantas palabras a modo de preliminar. En la cohorte de protectores que planea sobre Europa, hay dos que fueron hermanos en el antiguo Egipto y que todavía están estrechamente ligados uno a otro. En su actual encarnación hay entre ellos mucha diferencia de edad, pues mientras uno promedia la vida, el otro es aún niño por lo concerniente al cuerpo físico, aunque un ego de considerable perfeccionamiento y grandes esperanzas. Naturalmente, corresponde al mayor conducir y guiar al menor en la oculta tarea a que tan cordialmente se entregan, y como ambos son plenamente conscientes y activos en el plano astral, emplean la mayor parte del tiempo, durante el sueño de sus cuerpos físicos, en trabajar bajo la dirección de su común Maestro, dando a vivos y muertos toda la protección de que son capaces. Supliré la relación pormenorizada del caso con la copia de una carta escrita por el mayor al menor; inmediatamente después del sucedido, pues la descripción que se da en ella es más viva y pintoresca que el relato que pudiera hacer un tercero. «Buscábamos nueva labor cuando de pronto exclamó Cirilo: «¿Qué es eso?» Habíamos oído un terrible grito de angustioso horror. En un instante nos trasladamos al lugar de donde partiera y vimos un niño de once a doce años que se había caído de una peña y estaba muy mal parado con una pierna y un brazo rotos; y lo que todavía era peor, con una horrenda herida en el muslo, por la que salía la sangre a borbotones. Cirilo exclamó: «Déjamelo curar en seguida, porque si no va a morir». »En circunstancias semejantes es necesaria la rapidez de pensamiento. Dos cosas era posible hacer: cortar la hemorragia y procurar asistencia médica. Para ello era preciso que yo o Cirilo nos materializáramos, porque teníamos necesidad de manos físicas, no solo para atar las vendas, sino además para que el infeliz muchacho viese a alguien junto a él en tal peripecia. Yo conocía que si por una parte estaría el herido más a su gusto con Cirilo que conmigo, por otra sospechaba que me sería más fácil a mí que a Cirilo el prestarle auxilio. La división de la tarea era evidente. »El plan se realizó a la perfección. Materialicé a Cirilo instantáneamente (pues él no sabía aún efectuarlo por sí mismo) y le sugerí la idea de que tomase el pañuelo que el herido llevaba al cuello y se lo atara vendado al muslo con dos vueltas. «¿No le haré sufrir terriblemente?» , repuso Cirilo; pero hizo lo que yo le ordenaba y se contuvo la hemorragia. El herido parecía medio inconsciente y apenas podía balbucir palabra; pero contemplaba en su mutismo la refulgente aparición que sobre él se inclinaba y preguntó: «¿Sóis un ángel, señor mío?" Cirilo sonrió levemente y respondió: «No; soy un niño que ha venido en tu auxilio.» Entonces dejé que le consolase y me fui en busca de la madre del niño, que vivía a una milla de distancia. »No puedes imaginarte el trabajo que me costó infundir en aquella mujer la idea de que sucedía una desgracia y persuadirla a inquirir cuál pudiera ser. Por fin dió de mano al utensilio de cocina que estaba limpiando y exclamó en alta voz: «¡Ay! No sé que me pasa, pero siento como si me excitaran a ir en busca del chico.» Ya puesta en sobresalto, pude guiarla sin gran dificultad, por más que al mismo tiempo tenía que sostener la materialización de Cirilo con mi fuerza de voluntad, a fin de que no se desvaneciera la visión angélica a los ojos del herido.Tú sabes que al materializar una forma mudamos la materia de un estado en otro transitoriamente opuesto, por decirlo así, a la ley cósmica; y que si distraes de ello la atención por medio segundo, vuelve a su prístina condición con la instantaneidad del relámpago. Así yo no podía atender sino a medias a la mujer; más no obstante la conduje como pude, y apenas llegó al pié de la peña, hice que desapareciera Cirilo, no sin que ella pudiese verlo, y desde entonces tiene la aldea entre sus más hermosas tradiciones la de la mediación de un ángel en aquel memorable suceso. »Ocurrió el accidente por la mañana temprano, y aquella misma tarde observé desde el plano astral lo que sucedía en casa del lisiado. El pobre niño yacía en la cama muy pálido y débil con los rotos huesos de pierna y brazo ya en su sitio y vendada la ancha herida, pero con seguro pronóstico de recobrar la salud. Junto a él estaban la madre y gran golpe de vecinos a quienes ella refería el caso de modo que por conseja tomara la relación quien conociese la verdad de los hechos. »En atropellada frase explicó ella como había tenido la presunción de la desgracia por la idea que de repente le sobrevino de que al chico le pasaba algún percance y que por lo tanto debía ir en su busca; como al principio, creyéndose presa de alucinación pasajera, trató de desechar la idea, pero que por fin se resolvió a escuchar el aviso. También refirió que, sin darse cuenta de ello, se había dirigido derechamente a la peña en vez de tomar por otro camino, y que al descubrir el paraje, halló a su hijo caído contra una roca, viendo que arrodillado junto a él estaba el más hermoso niño que hasta entonces imaginara, todo vestido de blanco, resplandeciente como un sol, con mejillas de rosa, ojos negros y sonrisa de ángel. Que en aquel punto había desaparecido súbitamente el niño, dejándola por de pronto sin saber que pensar; pero que luego conoció quien era y cayó de rodillas dando gracias a Dios por haberle enviado un ángel en socorro de su pobre hijo. Prosiguió relatando cómo al levantarlo para llevárselo a casa, quiso quitarle el pañuelo que le vendaba la pierna; pero él no lo consintió en manera alguna, diciendo que el mismo ángel se lo había vendado. También contó que poco después de llegar a casa había declarado el cirujano que de desatar la venda hubiera muerto el niño sin remedio. »Después repitió las manifestaciones del herido, asegurando que en el momento de acercársele el ángel (presumía que era un ángel porque desde la cima de la peña no había visto a nadie en media milla a la redonda, aunque no podía comprender por que no tenía alas ni por que le había dicho que solo era un niño) le había levantado de la peña y vendándole la pierna, diciéndole entonces que estuviera tranquilo, porque ya habían ido a avisar a su madre, que llegaría sin tardanza; de como le había besado prodigándole consuelos, y como su blanda y tibia manecita le sostuvo durante todo aquel rato, mientras le contaba hermosas y maravillosas narraciones de las que tan solo podía recordar que eran muy conmovedoras, porque casi se olvidó de que estaba herido hasta la llegada de su madre; como entonces el ángel le prometió que pronto volverían a verse, y sonriendo y estrechándole la mano desapareció instantáneamente. »Desde aquel día se inició una enérgica reacción religiosa en la aldea. El párroco les dijo a sus feligreses que aquella prueba de la intervención de la Providencia divina era un aviso para que no se burlaran de las cosas santas y además una prueba de la verdad de las Sagradas Escrituras y de la religión cristiana. Nadie echó de ver, sin embargo, el extraño concepto que implicaba tan peregrina afirmación. »Pero en el niño el efecto del suceso fue indudablemente provechoso, tanto moral como físicamente; pues según se sabe había sido hasta entonces muy aficionado a escapatorias atrevidas; pero ya conoce que su ángel puede acercársele en toda ocasión, y se guardará muchísimo de decir o hacer cosa alguna deshonesta, vil o iracunda, por temor de que pudiese verle o oírle. Su mayor anhelo es de que llegue el día de contemplarlo otra vez, y presiente que su amable rostro será el primero con quien al morir se encuentre más allá del sepulcro». Verdaderamente es hermoso y patético caso. La moral inferida del suceso por los aldeanos y su párroco, tal vez no pueda servir de ejemplo; pero la evidencia de que existe algo más allá de este mundo físico, debe contribuir sin duda a que las gentes sean más buenas que malas, y sobre todo, contribuirá a ello la afirmación de la madre al asegurar que vio un ser real y verdadero, aunque de tener más sólidos conocimientos, tal vez se hubiera expresado de distinto modo. Un interesante pormenor, descubierto después en sus investigaciones por el autor de la carta, da luz sobre los motivos del suceso. Supo que los dos niños habían vivido en la tierra, algunos miles de años antes, siendo el despeñado esclavo del otro, y que como aquel salvara en cierta ocasión la vida de su amo con riesgo de la propia, le había concedido la libertad en recompensa; y que ahora, al cabo de luengos siglos, el dueño no solo satisfacía la deuda cumplidamente, sino que infundía en su antiguo esclavo un elevado concepto de la vida y un estímulo a la moralidad de conducta que de fijo había de alterar favorablemente el proceso de su futura evolución. 
Tan verdad es que no hay obra buena sin recompensa en el karma, aunque pueda parecer tardía en su acción: " Aunque los molinos de Dios muelan lentamente, todavía muelen demasiado poco; pues aunque con paciencia esperen, exactamente lo muelen todo "



miércoles, 29 de marzo de 2017

Las Jerarquías Creadoras




Las energías creadoras de las que todas las formas son el producto, primero emitidas como sonido al pronunciarse la "Palabra", pueden considerarse surgidas de una Fuente central y espiritual, representada físicamente por el Sol. En su origen, estas energías tienen una potencia tremenda. Toda la raza de los Dioses, desde los Arcángeles Solares hasta los ángeles planetarios, sirven de algún modo como transformadores eléctricos. Reciben en sí el poder primordial y creador, y como si se tratase de resistencia a su fluido, reducen su "voltaje". Esto pasa de los Dioses Solares a través de sus hermanos menores, un rango tras otro, hasta que llega a los mundos físicos. Allí, con el auxilio de los espíritus de la naturaleza, lanza la materia en formas concebidas por la Mente Creadora. La capacidad del sonido para producir formas tal vez halle a- poyo en las figuras sonoras que pueden formarse mediante las vibraciones de la sustancia que emite un tono musical. Las figuras geométricas se forman, por ejemplo, con arena sobre una lámina de vidrio o metal cuando por el borde se le pasa las cuerdas de un violín. Ernst Florens Friedrich Chladni (1756-1827), físico alemán, produjo figuras acústicas geométricas formadas mediante las líneas nodales en una lámina vibrátil, que se tornaron visibles espolvoreando arena sobre una lámina, que se ubicaba sobre las líneas de menor resistencia. JulesA. Lissajous, científico francés (1822- 80) produjo figuras formadas por curvas debido a la combinación de dos simples movimientos armónicos. Por lo común éstos manifiestan mediante los reflejos sucesivos de un rayo de luz procedente de las puntas de dos diapasones o mediante el trazado mecánico del movimiento resultante de dos péndulos como ocurre en un armonógrafo, o por medio de las varillas de Wheatstone. Lissajous también produjo figuras dadas mediante un diapasón horizontal y otro vertical que vibraban simultáneamente. Las figuras difieren cuando los diapasones están al unísono o en variables diferencias de fases y de notas aparte. Si la capacidad del sonido físico para producir formas puede también atribuirse a energía creadora sonora o a la FuerzaPalabra emitida en los niveles superfísicos, entonces la Doctrina del Logos halla algún apoyo científico. El Orden de los Dioses que así secundan al Logos en el proceso de producción de las formas que evolucionan mediante la presión de la "Palabra", se conoce como los Constructores. Los miembros de los rangos superiores de este Orden -una raza que hinduismo se conoce como los Gandharvas o Dioses de la Música* son conscientes del intento creador, perciben y conocen a los Arquetipos o ideas divinas. Mediante autounificación con la Fuerza-Palabra descendente, en particular con corrientes como las que vibran en frecuencias que son idénticas a las de su propia naturaleza, las amplifican y aumentan consiguientemente su poder productor de formas. Dentro del Orden de 32 los Constructores están las jerarquías que son manifestaciones de esos acordes de la "Palabra" Creadora de la que los Arquetipos y formas son las expresiones. Esta afinidad vibratoria ubica a la jerarquía en particular en su apropiado campo de trabajo como constructores de la forma en los cuatro reinos de la Naturaleza. El oro, por ejemplo, puede considerarse producto físico de la energía creadora que vibra en la frecuencia en la que el oro se manifiesta en términos de fuerza. El oro, como asimismo todas las sustancias, está representado en la "Palabra" Creadora como un acorde, que es la expresión, en términos de sonido, de la idea divina del oro. Esta Fuerza-Palabra es emitida desde la Fuente espiritual y, al chocar contra la materia virgen, mediante los procesos antes descritos, hace que ésta asuma la típica disposición. molecular y la forma cristalina del oro.


martes, 14 de marzo de 2017

Silfos y Elfos : elementales del aire



El nombre de las criaturas Elementales que denominamos silfos es de difícil raíz etimológica, probablemente galorromana y derivada de los sonidos que producían los vientos en las arpas druídicas que, como las eólicas griegas, solían suspenderse colgando de los árboles sagrados, para interpretar una música no humana Estos Espíritus de la Naturaleza se caracterizan por vivir exclusivamente en el aire; son muy difíciles de percibir dada su naturaleza inestable, fluida, dotada de muy veloces movimientos, de tal modo que el investigador debe clavarlos en algo que no se mueva para poder hacer el más somero estudio. Este sistema enfurece a los silfos y les causa dolor. No tanto por la sujeción en sí, sino porque se les priva de movimiento, sin el cual desfallecen y llegan a morir. Es su necesidad constante el correr y trasladarse. Tan solo tienen apariencia humana en su cabeza, pues el resto del cuerpo, de difícil estudio, es parecido a la imagen que tenemos de los ángeles, pero menos apacibles y no siempre con solo dos alas. Tampoco estas alas, en los casos de Elementales del nivel en que los estamos describiendo, son tan blancas, agradables ni emplumadas como las de las imágenes griegas, romanas y cristianas. Estas han sido extraídas de tipos de Elementales superiores de los cuales haremos referencia más adelante. Los elfos, del celta faeries, son Elementales de formas muy bellas y muy pequeñitos. A la manera de mariposas etéreas, viven en las cercanías y en la corola de las flores. Sus cuerpos son antropomorfos y los hay de figuras femeninas o masculinas, aunque ello no tenga estricta relación con su reproducción, pues copian formas humanas. Sus vestidos son a la manera de túnicas cortas y livianas. Sus movimientos constantes son semejantes a los de las abejas cuando liban en las flores. Extremadamente energéticos, tienen grandes poderes curativos aunque en ese tipo de trabajo se extenúan hasta morir. Su radio de acción llega hasta donde lo hace el perfume de la flor. Las flores sin perfume no tienen elfos de este tipo. Son, en algunas de sus variedades, muy afectos a los humanos, sobre todo a los niños y a los que tengan inocencia y sensibilidad artística. La luz los excita y la oscuridad los apacigua. Gustan de los sonidos suaves, de los colores y de la luz reflejada en los espejos no muy pulidos. Sus graciosas figuritas se completan con pequeñas alas parecidas a las de las libélulas y mariposas, pero más hermosas, etéreas y en constante movilidad, a la manera de los colibríes. Unidos de las manos suelen hacer aros de danzas y promueven los encantamientos benéficos. Sus tamaños varían entre un palmo de altura hasta menos de un centímetro. A veces se aquietan, como si durmiesen, en actitudes muy dulces. Otras, parecen estar pensativos u oyendo lo que los humanos no pueden oír. Son la gracia angelical personificada.
   
     

viernes, 10 de marzo de 2017

Distintas razas de hadas



Tipos étnicos. Los tipos predominantes en las diferentes partes del mundo se distinguen fácilmente y son en cierto modo característicos. Pero ¿no puede provenir esta distinción de la persistente influencia de las hadas, que en el transcurso de los siglos han modelado a los hombres, animales y plantas de su vecindad, de suerte que el hada estableció las formas a que inconscientemente se adaptaron los demás reinos? Por ejemplo, no puede darse más señalado contraste que el que existe entre las vivarachas y juguetonas muñequitas de color anaranjado y púrpura, o escarlata y oro, que bailotean por las viñas de Sicilia, y las discretas criaturas verdigrises que se pasean gravemente por los juncales de Bretaña o las bondadosas hadas auri-morenas que frecuentan las montañas de Escocia. En Inglaterra es más común la variedad verde esmeralda, que también he visto en los bosques de Francia y Bélgica, en el Estado norteamericano de Massachusets y en las orillas del Niágara. Las vastas llanuras del país de los dakotas están habitadas por una variedad blanca y negra, que no he visto en ninguna otra parte, y California disfruta de otra variedad muy linda, blanca y oro, que también parece ser única. La especie más común de Australia es muy característica por su admirable y luminoso color azul celeste; pero hay mucha diferencia entre las hadas de Nueva Gales del Sur y Victoria y las de la tropical Tierra de la Reina. Las de este último país se parecen mucho a las de las Indias holandesas. La isla de Java es muy prolífica en estas graciosas criaturas, de las que hay dos distintas variedades, ambas monocromáticas: una color añil con débiles reflejos metálicos, y otra en que aparece toda la gama del amarillo. Son extrañas, pero simpáticas. Una sorprendente variedad local está fastuosamente exornada con alternas rayas verdes y amarillas como una chaqueta deportiva. Esta variedad listada es tal vez peculiar de aquella parte del rojo y amarillo en la península de Malaca, y verde y blanco al otro lado de los Estrechos, en Sumatra. Esta gran isla también disfruta de la posesión de una variedad de hadas de un lindo color de helio tropo pálido, que anteriormente sólo había visto yo en las colinas de Ceilán. La especie habitante en Nueva Zelandia es de azul intenso con motas de plata, mientras que en las islas del mar del Sur se encuentran una variedad de color argentino irisado como una madreperla. En la India hallamos hadas de diversas especies, desde las de color rosado y verde pálido o azul claro y amarillo-verdoso de las montañas del país, hasta las entremezcladas de soberbios colores, casi chillones por su intensidad, que moran en las llanuras. En algunas partes de este maravilloso país, he visto la variedad negro y oro, que es más común en los desiertos africanos, y también otra cuyos individuos parecen estatuitas de refulgente metal carmesí, semejante al latón de los atlantes. Algo parecida a esta última es una curiosa variedad que parece como fundida de bronce bruñido. Habita en la vecindad de los volcanes activos, pues los únicos parajes en donde se la ha visto, son las estribaciones del Vesubio y del Etna, en el interior de lava, las islas Sandwich, el Parque Yellowstone del norte de los Estados Unidos, y en cierta comarca septentrional de Nueva Zelanda. Varios indicios dan a entender que esta variedad es una supervivencia de un tipo primitivo, y representa una especie de eslabón de tránsito entre el gnomo y el hada. En algunos casos, comarcas contiguas resultan estar habitadas por muy distintas clases de espíritus de la naturaleza. Por ejemplo, según ya dijimos, los gnomos de color verde esmeralda son comunes en Bélgica, y sin embargo, a 160 kilómetros de distancia, en Holanda, apenas se ve ni uno de ellos. En cambio, hay una variedad de soberbio color de púrpura oscuro.


miércoles, 22 de febrero de 2017

Las ondinas de las cascadas y lagos




La ondina pertenece al elemento sutil del agua y, hasta donde llega mi experiencia, jamás se halla muy alejada de océanos, lagos, ríos y cascadas. Tiene forma claramente femenina, está siempre desnuda, por lo común carece de alas y sólo en raras ocasiones lleva alguna clase de adorno. Su forma, diminuta o de estatura humana, es arrebatadoramente bella, y sus movimientos están llenos de gracia. La cascada es uno de sus lugares favoritos y allí se la verá divertirse, a menudo con un grupo de espíritus del agua, disfrutando al máximo las fuerzas magnéticas de la cascada. Aparentemente, hay períodos durante los cuales la ondina se retira de la vida intensa y externa en la que se la encuentra con más frecuencia, y halla cierta calma y reposo en los abismos silenciosos y fríos debajo de las cascadas o en las extensiones más tranquilas de los ríos, al igual que en los lagos. Esta vida pacífica debajo de las aguas está en marcado contraste con la actividad y júbilo intensos que manifiesta en medio de las aguas que caen y de la espuma iluminada por el Sol. Los tres procesos fundamentales de la Naturaleza —la absorción, la asimilación y la descarga— están expresados plenamente en la vida exterior de la ondina; en verdad, puede decirse que esa vida consiste en una repetición continua de esos tres procesos. Apoyada en medio de la espuma, o en el centro de un torrente que corre hacia abajo, ella absorbe gradualmente la energía vital de la luz solar y del magnetismo de la cascada. Al llegar al límite de absorción, en un destello enceguecedor de luz y color, libera la energía con que se sobrecargó. En ese momento mágico de liberación, experimenta un éxtasis y una exaltación más allá de todo lo que es normalmente posible a los meros mortales que moran en la prisión de la carne. La expresión del rostro, y particularmente de los ojos, es bella, trascendiendo todo lo descriptible. El rostro expresa arrebatado júbilo y sensación de elevada vitalidad y poder, mientras sus ojos destellan con deslumbrante resplandor. Todo el porte, la forma perfecta y el brillante esplendor de la radiación áurica se combinan para producir una visión de belleza encantadora. Este estado es seguido de inmediato por otro de goce ensoñador, en el que la conciencia se retira en gran medida del mundo físico y de su contraparte etérica, centrándose en el mundo astral. El cuerpo etérico de la ondina se torna vago e indefinido durante ese lapso hasta que luego de disfrutar y asimilar toda la experiencia, reaparece, repitiéndose el proceso triple. Después de un tiempo retorna a la quietud de los abismos del agua.

Las ondinas en una cascada

Estas hadas del agua parecen graciosas jovencitas, están enteramente desnudas y probablemente son de ocho a doce pulgadas (20,32 - 30,48 cm) de alto. Su largo "cabello" corre detrás de ellas y llevan un adorno que parece una guirnalda de florecillas en torno a sus frentes. Juegan dentro y fuera de la cascada, atravesándola velozmente desde diferentes direcciones, llamando todo el tiempo con tonos extraños que no son de esta Tierra. La voz es infinitamente remota y me llega débilmente, como el reclamo de un pastor a través de un valle alpino. Es un complejo sonido vocal, pero todavía no puedo nombrar con facilidad la serie de vocales de que está compuesto. Las ondinas pueden nadar contra la corriente o permanecer inmóviles dentro de ella, pero por lo general juegan y la cruzan raudamente. Cuando las nubes desaparecen de la faz del Sol y la cascada se torna de nuevo brillantemente iluminada por aquél, aparecen para experimentar un júbilo adicional; el lempo de sus movimientos entonces se acelera y su canto se torna más libre. La representación más aproximada de su canto que puedo dar es con las vocales e, o, u, a, i, en un tono largo y quejumbroso que terminan en seductora cadencia. Hay entre ocho y doce ondinas de variadas alturas que juegan en esta cascada; las más altas son de unas doce pulgadas (30,48cm) de altura. Algunas tienen auras rosadas, otras, verdes, y el contacto más cercano que ahora logro me muestra qué criaturas extremadamente bellas son, y al mismo tiempo cuán cabalmente remotas respecto de la familia humana. Sus cuerpos etéricos entran en las grandes rocas y salen de éstas al costado de la cascada sin experimentar obstrucción alguna. Soy absolutamente incapaz de atraer su atención o de influir sobre ellas de modo alguno. Algunas pasan debajo del agua en el lecho al pie de la cascada, y aparecen ocasionalmente entre la arremolinada espuma. La guirnalda, a la que hice referencia, es luminosa y forma parte, aparentemente, de sus auras.

El espiritu que preside una cascada

Estoy en una enramada de helechos y rocas, en una verdadera región "feérica", cerca de una cascada, en el Distrito de Los Lagos, en Inglaterra. La ondina de esta cascada parece una jovencita alta y graciosa, desnuda y de singular belleza. Difiere en algunas características de las ondinas antes observadas pues es más alta, tiene inteligencia más altamente desarrollada y las fuerzas áuricas fluyen detrás de ella en forma de alas, al igual que para todos lados. Parece animar las rocas, los árboles, los - 113 - helechos y los musgos, además de la cascada y los charcos. Al verla por primera vez, saltó de la sólida roca —una figura maravillosamente bella— y permaneció por un momento apoyada en el aire, después de lo cual la forma etérica desapareció. Repitió este procedimiento varias veces pero su presencia, etéricamente visible o no, continuó sintiéndose claramente. Toda su forma es suavemente rosada. El "cabello" es rubio y brillante, la frente ancha, los rasgos están bellamente modelados, los ojos son grandes y luminosos y, si bien su expresión tiene algo del espíritu de lo salvaje, su mirada no alberga maldad. Las alas áuricas son pequeñas en proporción con el cuerpo y con seguridad serían inadecuadas para volar, si tal hubiese sido su finalidad; son también de un matiz rosado brillante. Más sorprendentemente aún que la forma es la aureola estilo arco-iris que la rodea, como a veces un halo suele rodear a la Luna. Esta aura es de forma casi esférica y consiste en coloridas esferas concéntricas, dispuestas de manera pareja, y en movimiento demasiado rápido como para describirlas detalladamente. Parecerían que contuviesen todos los colores del espectro en sus matices más pálidos, predominando el rosa, el verde y el azul. Algunas esferas coloridas están delineadas con fuego dorado y más allá del borde exterior hay un reluciente resplandor de color blanco perlado que añade belleza a la aureola ya la hermosa forma interior. Sobre la cabeza, un poderoso fluido ascendente de fuerza interpenetra al aura en una radiación en forma de pantalla. Esta parece proceder de un punto en medio de la cabeza, donde hay un brillante centro dorado, levemente debajo del nivel de los ojos y a igual distancia de ambos. Toda la región de la cascada vibra con su vida.

Los espiritus de los lagos

En diferentes partes de la superficie del Lago Thirlmere, que está debajo de nosotros, se verán cantidades de espíritus naturales del elemento del agua que pasan  rasantes sobre la superficie, generalmente a una altura de unos seis u ocho pies (1,829 - 2,438 m), pero elevándose a veces mucho más alto. Aunque habitualmente permanecen sobre el agua, efectúan ocasionalmente vuelos sobre los campos. Se parecen algo a pájaros grandes y blancos que vuelan a gran velocidad. A esta distancia no puedo determinar una forma clara, pues asumen y desechan con gran rapidez muchas formas diferentes, que parecen aves. El aura sugiere permanentemente una formación como de ala, y a veces la semejanza de un rostro y una cabeza humanos.




martes, 14 de febrero de 2017

Como crean las flores los elementales


En el meollo de cada semilla existe un centro vivo que contiene los resultados almacenados de la estación anterior como posibilidad vibratoria. El despertar estacional o agitación en pos de la vida en un sueño apropiado produce un equivalente sutil del "sonido". Este "sonido" es entonces "oído" en las regiones elementales que rodean su fuente y los constructores espirituales de la naturaleza responden al llamado. Cada tipo de crecimiento - tallo, brote, hoja y flor- tiene su propia nota o convocatoria, a la que responde el constructor apropiado. Como el sonido mismo tiene un efecto productor de forma, es el medio por el cual la forma arquetípica de la planta, latente en la semilla y en las mentes de un orden superior de los espíritus naturales, es proyectado hasta el nivel etérico como forma según un modelo. Algunos de los resultados de esta convocatoria vibratoria de la semilla son:

1. Separar y aislar la atmósfera alrededor de la semilla. 

2. Poner la materia dentro del espacio aislado que vibra en la tasa requerida, y especializar- la en su presteza para la labor de los constructores espirituales de la naturaleza. 
3. Convocar a los constructores que, al entrar en la esfera especializada, son entonces capaces de materializarse debajo, en el nivel en el que han de trabajar. 
4. Ayudar a modelar un patrón etérico o molde de la planta como guía o infraestructura, lista para los constructores. 

Surgen diferente "células" vibratorias, pues tallo, brote, hoja , flor tienen a su vez que ser construidos y los constructores correspondientes llegan para trabajar en su tarea apropiada. El sonido sutil parece irradiarse no sólo desde el centro vital de la semilla sino también de toda célula embrional a medida que cada cual se desarrolla. El constructor correspondiente a esa célula absorbe el material requerido -el que responde a la misma vibración que él y la célula que está construyendo- y lo transforma cambiándolo de material libre en material especializado. Esta sustancia pasa entonces a la célula desde la que es proferido el sonido, construyéndose dentro del modelo etérico. De esa manera, la célula se nutre y agranda gradualmente lasta alcanzar su límite apropiado, cuando se divide, repitiéndose el proceso. Mientras el material está en estrecha asociación con el constructor, es no sólo especializado para adecuarlo a la célula que crece sino también coloreado por la tasa vibratoria del diminuto espíritu natural respectivo. Al examinar bulbos que crecían en macetas, he visto grandes cantidades de estas microscópicas criaturas etéricas que se mueven en y alrededor de las plantas que crecen. En el nivel etérico son visibles como puntos luminosos que actúan en torno del tallo y que entran y salen del bulbo. Absorben materia de la atmósfera circundante, que depositan al reingresar en los tejidos, y este proceso prosigue continuamente hasta que la planta creció por completo. Las criaturas están por entero absortas en su labor pero lo suficientemente conscientes de sí como para experimentar materia, se agrandan y parecen esferas de color violeta pálido o lila, de unas dos pulgadas (5,08 cm) de diámetro. Luego de expandirse al máximo tamaño de que son capaces, vuelven, y como se dijo antes, reingresan en la planta, en la que descargan la materia y la fuerza vital que 39 absorbieron.
Además de esto, puede verse que las mismas plantas reciben directamente cierta cantidad de sustancia de la atmósfera. Asimismo, hay un efluvio natural de energía vital desde las plantas semicrecidas hasta unos dos pies (0,610 m) por encima y en todo su contorno, y sobre la que las demás criaturas diminutas juegan y danzan. Los constructores espirituales de la naturaleza no se limitan a trabajar en una sola planta o maceta; pues cuando las macetas están cercanas ente sí, pasan rápidamente de una a la otra. Los bulbos mismos dan la impresión de ser pequeñas centrales energéticas, cargada cada una con fuerzas poderosas. El color etérico del bulbo al crecer es violeta-rosado, con una luz más intensa en el centro, de la que surge una corriente etérica que fluye hacia arriba, llevando consigo, a paso más lento, humedad y alimento físicos. Cada cambio de estructura y color reclama otro grupo de constructores, y cuando empieza a formarse el bulbo, entra en escena un apropiado orden de espíritus naturales. Cuando empieza a ser construida la flor, aparecen las hadas apropiadas, y estas son responsables de todo el colorido y estructura del pimpollo. Las hadas de las flores son suficientemente conscientes de su labor especial como para sentir agudo placer en su realización. Permanecen en estrecha asistencia a medida que se desarrolla cada brote y cada pétalo, y parecen apreciar la admiración humana por los resultados de sus faenas. Cuando las flores son cortadas, las hadas constructoras pueden acompañarlas y estar con ellas algunas horas. Para cuando la flor está totalmente desarrollada, resuena con plenitud el acorde creador o "Palabra" de la planta. Entonces están presentes y trabajan todos los espíritus naturales apropiados. De modo parecido, en la Naturaleza por doquier, todas las sustancias y formas deben su existencia a la "Palabra" creadora, siempre pronunciada, y a la actividad de los espíritus naturales y de los dioses. Al observar las variadas formas de la Naturaleza, sus metales y sus gemas, sus flores árboles, sus colinas y cordilleras, contemplamos ciertamente no sólo las auras materializadas de los Dioses sino también, si con total reverencia pudiese decirse así, al Dios Mismo. Pues la Naturaleza no es sino Dios revelado, el sueño de Dios manifestado por la expresión continua de Su “Palabra”, el canto de Su Nombre poderoso, y el misterio incesante, constructivo y embellecedor de los Dioses mayores y menores. Con estos, e indudablemente con muchos otros medios, El introduce en la existencia de los seres y a todas las cosas, sosteniéndolas al derramar el sacrificio perpetuo de Su Vida.