Los Angeles
" Los ángeles son a Dios lo que los rayos del sol, a éste.
Dios los creó para que estuvieran a nuestro servicio y nos atendieran.
Su razón de ser es contestar a nuestras oraciones.
Aunque vivamos en el mundo material ellos constituyen el vínculo especial que nos une a Él. Además, cada uno de nosotros tiene en su interior un fragmento de Dios, una chispa divina, que le permite acudir a los ángeles en busca de ayuda, ¡y esperar resultados! "
miércoles, 12 de abril de 2017
Los elementales y su semejanza con los hombres
miércoles, 5 de abril de 2017
Relato de un angel: El niño herido
Tan verdad es que no hay obra buena sin recompensa en el karma, aunque pueda parecer tardía en su acción: " Aunque los molinos de Dios muelan lentamente, todavía muelen demasiado poco; pues aunque con paciencia esperen, exactamente lo muelen todo "
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miércoles, 29 de marzo de 2017
Las Jerarquías Creadoras
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Las Jerarquías Creadoras
martes, 14 de marzo de 2017
Silfos y Elfos : elementales del aire

El nombre de las criaturas Elementales que denominamos silfos es de difícil raíz etimológica, probablemente galorromana y derivada de los sonidos que producían los vientos en las arpas druídicas que, como las eólicas griegas, solían suspenderse colgando de los árboles sagrados, para interpretar una música no humana Estos Espíritus de la Naturaleza se caracterizan por vivir exclusivamente en el aire; son muy difíciles de percibir dada su naturaleza inestable, fluida, dotada de muy veloces movimientos, de tal modo que el investigador debe clavarlos en algo que no se mueva para poder hacer el más somero estudio. Este sistema enfurece a los silfos y les causa dolor. No tanto por la sujeción en sí, sino porque se les priva de movimiento, sin el cual desfallecen y llegan a morir. Es su necesidad constante el correr y trasladarse. Tan solo tienen apariencia humana en su cabeza, pues el resto del cuerpo, de difícil estudio, es parecido a la imagen que tenemos de los ángeles, pero menos apacibles y no siempre con solo dos alas. Tampoco estas alas, en los casos de Elementales del nivel en que los estamos describiendo, son tan blancas, agradables ni emplumadas como las de las imágenes griegas, romanas y cristianas. Estas han sido extraídas de tipos de Elementales superiores de los cuales haremos referencia más adelante. Los elfos, del celta faeries, son Elementales de formas muy bellas y muy pequeñitos. A la manera de mariposas etéreas, viven en las cercanías y en la corola de las flores. Sus cuerpos son antropomorfos y los hay de figuras femeninas o masculinas, aunque ello no tenga estricta relación con su reproducción, pues copian formas humanas. Sus vestidos son a la manera de túnicas cortas y livianas. Sus movimientos constantes son semejantes a los de las abejas cuando liban en las flores. Extremadamente energéticos, tienen grandes poderes curativos aunque en ese tipo de trabajo se extenúan hasta morir. Su radio de acción llega hasta donde lo hace el perfume de la flor. Las flores sin perfume no tienen elfos de este tipo. Son, en algunas de sus variedades, muy afectos a los humanos, sobre todo a los niños y a los que tengan inocencia y sensibilidad artística. La luz los excita y la oscuridad los apacigua. Gustan de los sonidos suaves, de los colores y de la luz reflejada en los espejos no muy pulidos. Sus graciosas figuritas se completan con pequeñas alas parecidas a las de las libélulas y mariposas, pero más hermosas, etéreas y en constante movilidad, a la manera de los colibríes. Unidos de las manos suelen hacer aros de danzas y promueven los encantamientos benéficos. Sus tamaños varían entre un palmo de altura hasta menos de un centímetro. A veces se aquietan, como si durmiesen, en actitudes muy dulces. Otras, parecen estar pensativos u oyendo lo que los humanos no pueden oír. Son la gracia angelical personificada.
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viernes, 10 de marzo de 2017
Distintas razas de hadas
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miércoles, 22 de febrero de 2017
Las ondinas de las cascadas y lagos
La ondina pertenece al elemento sutil del agua y, hasta donde llega mi experiencia, jamás se halla muy alejada de océanos, lagos, ríos y cascadas. Tiene forma claramente femenina, está siempre desnuda, por lo común carece de alas y sólo en raras ocasiones lleva alguna clase de adorno. Su forma, diminuta o de estatura humana, es arrebatadoramente bella, y sus movimientos están llenos de gracia. La cascada es uno de sus lugares favoritos y allí se la verá divertirse, a menudo con un grupo de espíritus del agua, disfrutando al máximo las fuerzas magnéticas de la cascada. Aparentemente, hay períodos durante los cuales la ondina se retira de la vida intensa y externa en la que se la encuentra con más frecuencia, y halla cierta calma y reposo en los abismos silenciosos y fríos debajo de las cascadas o en las extensiones más tranquilas de los ríos, al igual que en los lagos. Esta vida pacífica debajo de las aguas está en marcado contraste con la actividad y júbilo intensos que manifiesta en medio de las aguas que caen y de la espuma iluminada por el Sol. Los tres procesos fundamentales de la Naturaleza —la absorción, la asimilación y la descarga— están expresados plenamente en la vida exterior de la ondina; en verdad, puede decirse que esa vida consiste en una repetición continua de esos tres procesos. Apoyada en medio de la espuma, o en el centro de un torrente que corre hacia abajo, ella absorbe gradualmente la energía vital de la luz solar y del magnetismo de la cascada. Al llegar al límite de absorción, en un destello enceguecedor de luz y color, libera la energía con que se sobrecargó. En ese momento mágico de liberación, experimenta un éxtasis y una exaltación más allá de todo lo que es normalmente posible a los meros mortales que moran en la prisión de la carne. La expresión del rostro, y particularmente de los ojos, es bella, trascendiendo todo lo descriptible. El rostro expresa arrebatado júbilo y sensación de elevada vitalidad y poder, mientras sus ojos destellan con deslumbrante resplandor. Todo el porte, la forma perfecta y el brillante esplendor de la radiación áurica se combinan para producir una visión de belleza encantadora. Este estado es seguido de inmediato por otro de goce ensoñador, en el que la conciencia se retira en gran medida del mundo físico y de su contraparte etérica, centrándose en el mundo astral. El cuerpo etérico de la ondina se torna vago e indefinido durante ese lapso hasta que luego de disfrutar y asimilar toda la experiencia, reaparece, repitiéndose el proceso triple. Después de un tiempo retorna a la quietud de los abismos del agua.
Las ondinas en una cascada
Estas hadas del agua parecen graciosas jovencitas, están enteramente desnudas y probablemente son de ocho a doce pulgadas (20,32 - 30,48 cm) de alto. Su largo "cabello" corre detrás de ellas y llevan un adorno que parece una guirnalda de florecillas en torno a sus frentes. Juegan dentro y fuera de la cascada, atravesándola velozmente desde diferentes direcciones, llamando todo el tiempo con tonos extraños que no son de esta Tierra. La voz es infinitamente remota y me llega débilmente, como el reclamo de un pastor a través de un valle alpino. Es un complejo sonido vocal, pero todavía no puedo nombrar con facilidad la serie de vocales de que está compuesto. Las ondinas pueden nadar contra la corriente o permanecer inmóviles dentro de ella, pero por lo general juegan y la cruzan raudamente. Cuando las nubes desaparecen de la faz del Sol y la cascada se torna de nuevo brillantemente iluminada por aquél, aparecen para experimentar un júbilo adicional; el lempo de sus movimientos entonces se acelera y su canto se torna más libre. La representación más aproximada de su canto que puedo dar es con las vocales e, o, u, a, i, en un tono largo y quejumbroso que terminan en seductora cadencia. Hay entre ocho y doce ondinas de variadas alturas que juegan en esta cascada; las más altas son de unas doce pulgadas (30,48cm) de altura. Algunas tienen auras rosadas, otras, verdes, y el contacto más cercano que ahora logro me muestra qué criaturas extremadamente bellas son, y al mismo tiempo cuán cabalmente remotas respecto de la familia humana. Sus cuerpos etéricos entran en las grandes rocas y salen de éstas al costado de la cascada sin experimentar obstrucción alguna. Soy absolutamente incapaz de atraer su atención o de influir sobre ellas de modo alguno. Algunas pasan debajo del agua en el lecho al pie de la cascada, y aparecen ocasionalmente entre la arremolinada espuma. La guirnalda, a la que hice referencia, es luminosa y forma parte, aparentemente, de sus auras.
El espiritu que preside una cascada
Estoy en una enramada de helechos y rocas, en una verdadera región "feérica", cerca de una cascada, en el Distrito de Los Lagos, en Inglaterra. La ondina de esta cascada parece una jovencita alta y graciosa, desnuda y de singular belleza. Difiere en algunas características de las ondinas antes observadas pues es más alta, tiene inteligencia más altamente desarrollada y las fuerzas áuricas fluyen detrás de ella en forma de alas, al igual que para todos lados. Parece animar las rocas, los árboles, los - 113 - helechos y los musgos, además de la cascada y los charcos. Al verla por primera vez, saltó de la sólida roca —una figura maravillosamente bella— y permaneció por un momento apoyada en el aire, después de lo cual la forma etérica desapareció. Repitió este procedimiento varias veces pero su presencia, etéricamente visible o no, continuó sintiéndose claramente. Toda su forma es suavemente rosada. El "cabello" es rubio y brillante, la frente ancha, los rasgos están bellamente modelados, los ojos son grandes y luminosos y, si bien su expresión tiene algo del espíritu de lo salvaje, su mirada no alberga maldad. Las alas áuricas son pequeñas en proporción con el cuerpo y con seguridad serían inadecuadas para volar, si tal hubiese sido su finalidad; son también de un matiz rosado brillante. Más sorprendentemente aún que la forma es la aureola estilo arco-iris que la rodea, como a veces un halo suele rodear a la Luna. Esta aura es de forma casi esférica y consiste en coloridas esferas concéntricas, dispuestas de manera pareja, y en movimiento demasiado rápido como para describirlas detalladamente. Parecerían que contuviesen todos los colores del espectro en sus matices más pálidos, predominando el rosa, el verde y el azul. Algunas esferas coloridas están delineadas con fuego dorado y más allá del borde exterior hay un reluciente resplandor de color blanco perlado que añade belleza a la aureola ya la hermosa forma interior. Sobre la cabeza, un poderoso fluido ascendente de fuerza interpenetra al aura en una radiación en forma de pantalla. Esta parece proceder de un punto en medio de la cabeza, donde hay un brillante centro dorado, levemente debajo del nivel de los ojos y a igual distancia de ambos. Toda la región de la cascada vibra con su vida.
Los espiritus de los lagos
En diferentes partes de la superficie del Lago Thirlmere, que está debajo de nosotros, se verán cantidades de espíritus naturales del elemento del agua que pasan rasantes sobre la superficie, generalmente a una altura de unos seis u ocho pies (1,829 - 2,438 m), pero elevándose a veces mucho más alto. Aunque habitualmente permanecen sobre el agua, efectúan ocasionalmente vuelos sobre los campos. Se parecen algo a pájaros grandes y blancos que vuelan a gran velocidad. A esta distancia no puedo determinar una forma clara, pues asumen y desechan con gran rapidez muchas formas diferentes, que parecen aves. El aura sugiere permanentemente una formación como de ala, y a veces la semejanza de un rostro y una cabeza humanos.
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martes, 14 de febrero de 2017
Como crean las flores los elementales
En el meollo de cada semilla existe un centro vivo que contiene los resultados almacenados de la estación anterior como posibilidad vibratoria. El despertar estacional o agitación en pos de la vida en un sueño apropiado produce un equivalente sutil del "sonido". Este "sonido" es entonces "oído" en las regiones elementales que rodean su fuente y los constructores espirituales de la naturaleza responden al llamado. Cada tipo de crecimiento - tallo, brote, hoja y flor- tiene su propia nota o convocatoria, a la que responde el constructor apropiado. Como el sonido mismo tiene un efecto productor de forma, es el medio por el cual la forma arquetípica de la planta, latente en la semilla y en las mentes de un orden superior de los espíritus naturales, es proyectado hasta el nivel etérico como forma según un modelo. Algunos de los resultados de esta convocatoria vibratoria de la semilla son:
1. Separar y aislar la atmósfera alrededor de la semilla.
2. Poner la materia dentro del espacio aislado que vibra en la tasa requerida, y especializar- la en su presteza para la labor de los constructores espirituales de la naturaleza.
3. Convocar a los constructores que, al entrar en la esfera especializada, son entonces capaces de materializarse debajo, en el nivel en el que han de trabajar.
4. Ayudar a modelar un patrón etérico o molde de la planta como guía o infraestructura, lista para los constructores.
Surgen diferente "células" vibratorias, pues tallo, brote, hoja , flor tienen a su vez que ser construidos y los constructores correspondientes llegan para trabajar en su tarea apropiada. El sonido sutil parece irradiarse no sólo desde el centro vital de la semilla sino también de toda célula embrional a medida que cada cual se desarrolla. El constructor correspondiente a esa célula absorbe el material requerido -el que responde a la misma vibración que él y la célula que está construyendo- y lo transforma cambiándolo de material libre en material especializado. Esta sustancia pasa entonces a la célula desde la que es proferido el sonido, construyéndose dentro del modelo etérico. De esa manera, la célula se nutre y agranda gradualmente lasta alcanzar su límite apropiado, cuando se divide, repitiéndose el proceso. Mientras el material está en estrecha asociación con el constructor, es no sólo especializado para adecuarlo a la célula que crece sino también coloreado por la tasa vibratoria del diminuto espíritu natural respectivo. Al examinar bulbos que crecían en macetas, he visto grandes cantidades de estas microscópicas criaturas etéricas que se mueven en y alrededor de las plantas que crecen. En el nivel etérico son visibles como puntos luminosos que actúan en torno del tallo y que entran y salen del bulbo. Absorben materia de la atmósfera circundante, que depositan al reingresar en los tejidos, y este proceso prosigue continuamente hasta que la planta creció por completo. Las criaturas están por entero absortas en su labor pero lo suficientemente conscientes de sí como para experimentar materia, se agrandan y parecen esferas de color violeta pálido o lila, de unas dos pulgadas (5,08 cm) de diámetro. Luego de expandirse al máximo tamaño de que son capaces, vuelven, y como se dijo antes, reingresan en la planta, en la que descargan la materia y la fuerza vital que 39 absorbieron.
Además de esto, puede verse que las mismas plantas reciben directamente cierta cantidad de sustancia de la atmósfera. Asimismo, hay un efluvio natural de energía vital desde las plantas semicrecidas hasta unos dos pies (0,610 m) por encima y en todo su contorno, y sobre la que las demás criaturas diminutas juegan y danzan. Los constructores espirituales de la naturaleza no se limitan a trabajar en una sola planta o maceta; pues cuando las macetas están cercanas ente sí, pasan rápidamente de una a la otra. Los bulbos mismos dan la impresión de ser pequeñas centrales energéticas, cargada cada una con fuerzas poderosas. El color etérico del bulbo al crecer es violeta-rosado, con una luz más intensa en el centro, de la que surge una corriente etérica que fluye hacia arriba, llevando consigo, a paso más lento, humedad y alimento físicos. Cada cambio de estructura y color reclama otro grupo de constructores, y cuando empieza a formarse el bulbo, entra en escena un apropiado orden de espíritus naturales. Cuando empieza a ser construida la flor, aparecen las hadas apropiadas, y estas son responsables de todo el colorido y estructura del pimpollo. Las hadas de las flores son suficientemente conscientes de su labor especial como para sentir agudo placer en su realización. Permanecen en estrecha asistencia a medida que se desarrolla cada brote y cada pétalo, y parecen apreciar la admiración humana por los resultados de sus faenas. Cuando las flores son cortadas, las hadas constructoras pueden acompañarlas y estar con ellas algunas horas. Para cuando la flor está totalmente desarrollada, resuena con plenitud el acorde creador o "Palabra" de la planta. Entonces están presentes y trabajan todos los espíritus naturales apropiados. De modo parecido, en la Naturaleza por doquier, todas las sustancias y formas deben su existencia a la "Palabra" creadora, siempre pronunciada, y a la actividad de los espíritus naturales y de los dioses. Al observar las variadas formas de la Naturaleza, sus metales y sus gemas, sus flores árboles, sus colinas y cordilleras, contemplamos ciertamente no sólo las auras materializadas de los Dioses sino también, si con total reverencia pudiese decirse así, al Dios Mismo. Pues la Naturaleza no es sino Dios revelado, el sueño de Dios manifestado por la expresión continua de Su “Palabra”, el canto de Su Nombre poderoso, y el misterio incesante, constructivo y embellecedor de los Dioses mayores y menores. Con estos, e indudablemente con muchos otros medios, El introduce en la existencia de los seres y a todas las cosas, sosteniéndolas al derramar el sacrificio perpetuo de Su Vida.
Además de esto, puede verse que las mismas plantas reciben directamente cierta cantidad de sustancia de la atmósfera. Asimismo, hay un efluvio natural de energía vital desde las plantas semicrecidas hasta unos dos pies (0,610 m) por encima y en todo su contorno, y sobre la que las demás criaturas diminutas juegan y danzan. Los constructores espirituales de la naturaleza no se limitan a trabajar en una sola planta o maceta; pues cuando las macetas están cercanas ente sí, pasan rápidamente de una a la otra. Los bulbos mismos dan la impresión de ser pequeñas centrales energéticas, cargada cada una con fuerzas poderosas. El color etérico del bulbo al crecer es violeta-rosado, con una luz más intensa en el centro, de la que surge una corriente etérica que fluye hacia arriba, llevando consigo, a paso más lento, humedad y alimento físicos. Cada cambio de estructura y color reclama otro grupo de constructores, y cuando empieza a formarse el bulbo, entra en escena un apropiado orden de espíritus naturales. Cuando empieza a ser construida la flor, aparecen las hadas apropiadas, y estas son responsables de todo el colorido y estructura del pimpollo. Las hadas de las flores son suficientemente conscientes de su labor especial como para sentir agudo placer en su realización. Permanecen en estrecha asistencia a medida que se desarrolla cada brote y cada pétalo, y parecen apreciar la admiración humana por los resultados de sus faenas. Cuando las flores son cortadas, las hadas constructoras pueden acompañarlas y estar con ellas algunas horas. Para cuando la flor está totalmente desarrollada, resuena con plenitud el acorde creador o "Palabra" de la planta. Entonces están presentes y trabajan todos los espíritus naturales apropiados. De modo parecido, en la Naturaleza por doquier, todas las sustancias y formas deben su existencia a la "Palabra" creadora, siempre pronunciada, y a la actividad de los espíritus naturales y de los dioses. Al observar las variadas formas de la Naturaleza, sus metales y sus gemas, sus flores árboles, sus colinas y cordilleras, contemplamos ciertamente no sólo las auras materializadas de los Dioses sino también, si con total reverencia pudiese decirse así, al Dios Mismo. Pues la Naturaleza no es sino Dios revelado, el sueño de Dios manifestado por la expresión continua de Su “Palabra”, el canto de Su Nombre poderoso, y el misterio incesante, constructivo y embellecedor de los Dioses mayores y menores. Con estos, e indudablemente con muchos otros medios, El introduce en la existencia de los seres y a todas las cosas, sosteniéndolas al derramar el sacrificio perpetuo de Su Vida.
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