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Los Angeles

" Los ángeles son a Dios lo que los rayos del sol, a éste.
Dios los creó para que estuvieran a nuestro servicio y nos atendieran.
Su razón de ser es contestar a nuestras oraciones.
Aunque vivamos en el mundo material ellos constituyen el vínculo especial que nos une a Él. Además, cada uno de nosotros tiene en su interior un fragmento de Dios, una chispa divina, que le permite acudir a los ángeles en busca de ayuda, ¡y esperar resultados! "

martes, 15 de agosto de 2017

Lineas de evolución de los espíritus de la naturaleza



Aunque con ciertas restricciones, ejercen grande influencia los espíritus de la naturaleza a quienes debemos considerar como los habitantes autóctonos de la tierra, expulsados de diversas partes de ella por la invasión del hombre, análogamente a lo ocurrido con los animales salvajes. De la propia suerte que éstos, los espíritus de la naturaleza, evitan por completo las ciudades populosas y todo lugar en que se reúnen muchedumbres humanas, por lo que allí apenas se nota su influencia. Pero en los tranquilos parajes rurales, en bosques y campos, en las montañas y en alta mar, están siempre presentes los espíritus de la naturaleza, su influencia es poderosa y omnipenetrante, de la propia manera que el perfume de la violeta embalsama el ambiente aunque se oculte entre la hierba. Los espíritus de la naturaleza constituyen una evolución aparte, completamente distinta hoy por hoy de la evolución humana. Todos estamos familiarizados con la trayectoria de la segunda Oleada de Vida a través de los tres reinos elementales hasta llegar al mineral, del que asciende por el vegetal y el animal para alcanzar la individualidad en el nivel humano. También sabemos que una vez lograda esta individualización, el progreso de la humanidad nos lleva gradualmente a las etapas del Sendero y después en progresión ascendente al Adepto y a las gloriosas posibilidades de un más allá. Esta es nuestra línea de desenvolvimiento, pero no hemos de incurrir en el error de creer que es la única. Aun en este nuestro mundo, la vida divina fluye impelentemente por diversas corrientes, de las cuales la nuestra es tan sólo una, y en modo alguno la más importante en orden. Comprenderemos esto mejor, recordando que la humanidad en su manifestación física ocupa solamente una pequeña parte de la superficie terrestre, mientras que hay entidades situadas en el correspondiente nivel de otras líneas de evolución, que no sólo pueblan la tierra más densamente que el hombre, sino que además moran en la dilatadísima planicie del mar y los campos del aire. 
En la presente etapa, vemos que las diversas corrientes a que hemos aludido fluyen paralelamente, aunque por de pronto de todo punto distintas. Por ejemplo, los espíritus de la naturaleza no han sido ni serán nunca individuos de una humanidad como la nuestra; y sin embargo, la vida que en ellos mora dimana del mismo Logos solar de que dimana la nuestra y a El volverá como la nuestra. Hasta llegar al nivel mineral, las corrientes pueden considerarse paralelas; pero tan pronto como al trasponer el punto de conversión suben por el arco ascendente, aparece la divergencia. La etapa mineral es, por supuesto, aquella en que la vida está más profundamente sumida en la materia física; pero si bien algunas corrientes retienen formas físicas en las diversas etapas ulteriores de su desenvolvimiento, haciéndolas según adelantan más a propósito para la manifestación de su vida interna, hay otras corrientes que desde luego desechan la materia densa y durante el resto de su desenvolvimiento en este mundo usan cuerpos constituidos exclusivamente por materia etérea. Así una de dichas corrientes o colectividad de entidades, luego de pasar por la etapa mineral, no se transporta al reino vegetal, sino que toma vehículos de materia etérea para morar en el interior de la corteza terrestre y en el seno de las compactas rocas. Muchos estudiantes no aciertan a comprender como es posible que haya seres vivientes que moren en el seno de las rocas o en el interior de la corteza terrestre. Sin embargo, los seres dotados de vehículos etéreos no tropiezan con la más leve dificultad para moverse, ver y oír en la masa de la roca, porque la materia física sólida es su natural ambiente y su peculiar habitación, la única a que están acostumbrados y en la que se encuentran como en su propia casa. No es fácil formar exacto concepto de estos vagos seres inferiores que actúan en amorfos vehículos etéreos; pero poco a poco van evolucionando hasta llegar a una etapa en que si bien habitan todavía en el seno de las rocas compactas, se acercan más a la superficie de la tierra, en vez de enmadrigarse en lo más hondo de la corteza; y los más evolucionados de entre ellos son capaces de mostrarse eventualmente al aire libre durante un corto tiempo. A estos seres se les ha visto y más frecuentemente oído en las cavernas y minas. La literatura medieval les dio el nombre de gnomos. En las condiciones ordinarias no es visible a los ojos físicos la etérea materia de sus cuerpos, por lo que cuando se muestran visiblemente es porque o se han revestido de un velo de materia física, o quien los ve ha excitado su perceptibilidad sensoria hasta el punto de afectarle las ondas vibratorias de los éteres superiores y ver así lo que normalmente no percibe. No es rara ni difícil de lograr la temporánea excitación de la facultad visual que se necesita para percibir a los espíritus de la naturaleza; y por otra parte, la materialización es cosa fácil para seres situados muy cerca de los límites de la visibilidad. Así es que se les podría ver con mayor frecuencia de la que se ve, a no ser por su arraigada repugnancia a la vecindad de los hombres. En la siguiente etapa de su evolución se convierten en hadas, que suelen morar como nosotros en la superficie de la tierra, aunque todavía con cuerpo etéreo. Después de esta etapa pasan a ser espíritus aéreos en el reino de los devas o ángeles, según explicaremos más adelante. La oleada de vida en el reino mineral no sólo se manifiesta por medio de las rocas que constituyen la corteza terrestre, sino también por medio de las aguas oceánicas; y así como las rocas dejan pasar a través de ellas las inferiores formas etéreas, todavía desconocidas para el hombre, que moran en el interior del globo terráqueo, asimismo las aguas dan paso a otras inferiores formas etéreas que tienen su morada en las profundidades del mar. En este caso, también la siguiente etapa de evolución nos ofrece formas más definidas, aunque todavía etéreas, que moran entre dos aguas y muy raras veces se muestran en la superficie. La tercera etapa (correspondiente a la de las hadas en los espíritus terrestres) nos da la enorme hueste de espíritus acuáticos que con su juguetona vida pueblan las dilatadas llanuras del océano. Las entidades que siguen estas líneas de evolución, toman cuerpos de materia exclusivamente etérea y no entran en los reinos vegetal, animal y humano; pero hay otros espíritus de la naturaleza que antes de su diversión pasan por los reinos vegetal y animal. Así en el océano hay una corriente de vida cuyas nómadas, al salir del reino mineral, entran en el vegetal en forma de algas, y luego pasan por los corales, esponjas y los enormes cefalópodos de entre dos aguas, para después emparentar con los peces y convertirse más tarde en espíritus acuáticos. Estas entidades conservan el denso vehículo físico hasta muy alto nivel; y de la propia manera observamos que las hadas terrestres no sólo proceden de las filas de los gnomos, sino también de las capas inferiores del reino animal, pues hay una línea de evolución que roza ligeramente el reino vegetal en forma de hongos, y después pasa por las bacterias y animálculos de diversas especies a los insectos y reptiles, para ascender al hermoso orden zoológico de las aves, de donde al cabo de muchas encarnaciones ornitológicas entra en la todavía más bella comunidad de las hadas. Hay otra línea de evolución que proviene del reino vegetal, donde asume la forma de hierbas y gramíneas, y después toma en el reino animal la de hormigas y abejas, hasta convertirse por fin en seres etéreos que, análogos a las abejas, zumban y revolotean en torno de plantas y flores, en la producción de cuyas numerosas variedades influyen notablemente hasta el punto de servir de auxilio sus funciones para la especialización y cultivo de los vegetales. Sin embargo, conviene distinguirlos cuidadosamente para evitar confusiones. Los diminutos seres que cuidan de las flores, pueden dividirse en dos grandes clases con numerosas variedades en ambas. La primera clase son los elementos propiamente dichos, porque no obstante su belleza, son tan sólo formas mentales y en modo alguno seres vivientes. Más bien cupiera decir que son criaturas de vida temporánea, pues si bien activísimos y muy atareados durante su corta vida, no reencarnan ni evolucionan, y una vez terminada su obra se desintegran y disuelven en la atmósfera circundante, lo mismo que les sucede a nuestras formas mentales. Son formas mentales de los ángeles o devas encargados de la evolución del reino vegetal. Cuando a uno de estos devas se le ocurre una nueva idea relacionada con alguna de las especies de plantas confiadas a su cuidado, emite una forma mental con el determinado propósito de realizar dicha idea. Generalmente la forma de su pensamiento es un modelo etéreo de la planta en cuestión, o bien una diminuta criatura que ronda por la planta mientras se forman los capullos y va gradualmente dándoles la configuración y colores que el deva ideó para la flor. Pero tan luego como la planta adquiere su completo crecimiento o se explaya la flor, termina la tarea del elemental, quien, según hemos dicho, se desvanece entonces extinguido ya su poder, porque la única alma que lo animaba era la voluntad de realizar la tarea terminada. Sin embargo, se ven en torno de las flores otros diminutos seres, verdaderos espíritus de la naturaleza, de los que hay muchas variedades. Una de las más comunes tiene forma parecida a la de los pájaros-moscas y se les suele ver zumbando en rededor de las flores a modo de abejas. Estas menudas y hermosas criaturas no serán nunca humanas por que no siguen nuestra línea de evolución. La vida que los anima ha pasado por hierbas y gramíneas tales como la cebada y el trigo en el reino vegetal y por las hormigas y abejas en el reino animal, hasta alcanzar la etapa de diminutos espíritus de la naturaleza, que más tarde se convertirán en las hermosas hadas de cuerpos etéreos, que viven en la superficie de la tierra. Posteriormente serán salamandras o espíritus del fuego, y luego se convertirán en sílfides o espíritus del aire, con cuerpos astrales en vez de etéreos, para pasar por último al reino de los devas. 


martes, 1 de agosto de 2017

Las Formas de los AGNIS, Señores de las Salamandras

                 
                    GIFS HERMOSOS: cosas lindas encontrdas en la web

Los AGNIS del FUEGO tienen la misión de dinamizar el Universo en todos sus niveles expresivos,siendo el Plano mental del Sistema, con sus Siete Subplanos, el centro energetizador de toda formacreada y, por tanto, de cada una de "las partículas de éter" que en su totalidad constituyen la substancia creadora del Universo. Hay que considerar a los AGNIS como los Agentes Promotores del Fuego, ya que no puede existir Fuego alguno en la Naturaleza sin que intervenga uno u otro de estos Agentes Ígneos. Igual que sucede con los Devas constructores de los Planos físico y astral, los AGNIS del Fuego pueden ser clasificados en orden a jerarquías, las cuales vienen condicionadas por la calidad e intensidad de los Fuegos que sean capaces de manipular y transmitir. Se les llama esotéricamente "Señores de las Salamandras", en el sentido de que cada AGNI comanda y dirige un grupo más o menos numeroso de Salamandras, estos agentes ígneos que están en la base mística del Fuego. Así, en los grandes incendios son percibidas legiones de AGNIS seguidos por sus particulares grupos de Salamandras, las cuales siguen el rastro de Fuego de sus Agnis respectivos y secundan su labor en la participación ígnea en que Aquéllos se hallaren inmersos y dinámicamente activos. 
Las Formas de los AGNIS son múltiples. En general se definen por la forma que puedan adoptar en el momento en que entran en actividad objetiva. De no ser así es imposible percibírseles dado que se hallan refugiados en los éteres de los niveles mentales que por ley de vibración y evolución les corresponde y de los que surgen rauda e instantáneamente en el momento en que las condiciones físicas de la Naturaleza exigen alguna actividad de carácter ígneo. Esotéricamente son reconocidos tres tipos principales de AGNIS, de los cuales se derivan todas las demás posibles especies y jerarquías:

1. AGNIS relacionados con el Fuego Cósmico de FOHAT, llamado también "Fuego Eléctrico".


2. AGNIS que surgen del Corazón místico de la Divinidad. A este tipo de Fuego se le llama Fuego Solar. Constituye el Fuego más importante del Universo, pues vitaliza todas las Formas creadas a través de la substancia esotéricamente definida como PRANA. 

3. AGNIS relacionados con el Fuego Místico de la Naturaleza, el del propio planeta, esotéricamente conocido bajo el nombre de KUNDALINI. Se le denomina también "Fuego por Fricción" y está en la base del Karma planetario.

Existen, pues, tres absolutas Jerarquías ígneas, las cuales actúan interdependientemente a pesar de sus distintos niveles de evolución, ya que la naturaleza esencial del Fuego nace con la manifestación del Espíritu de Dios y se expande a través de las cualidades causales de Su Alma16. Se concretan luego en el Fuego de KUNDALINI, el Fuego central que alienta, dinamiza y vivifica el entero contenido planetario de cualquier astro en proceso de evolución y es responsable de su movimiento particular de ROTACIÓN. Esto, naturalmente, en lo que a nuestro Universo se refiere, pero si aplicamos convenientemente la analogía llegaremos quizá a la conclusión de que todo cuerpo celeste ocupando un lugar definido dentro del Espacio Cósmico posee un núcleo de poder ígneo, llámesele KUNDALINI u otro nombre, que vivifica todos y cada uno de sus componentes vitales y le presta su movimiento particular y característico de ROTACIÓN, el cual vendrá condicionado por la calidad y potencia creadora de su Logos regente y por su peculiar NOTA vibratoria. Esta NOTA es la expresión del Espíritu de Vida de aquel Logos y la que origina el Poder ígneo que arde en las entrañas misteriosas del planeta o cuerpo celeste mediante el cual realiza su particular e íntima evolución. Hay, por tanto, una misteriosa relación entre el Poder del Fuego responsable del movimiento de ROTACIÓN de un planeta y la NOTA vibratoria, o A.U.M. sagrado, en multiplicidad de tonos, que emite su Logos planetario conteniendo el Espíritu de Resolución de SER y de EXPRESARSE en el tiempo... Cuando la Voluntad Logoica deja de prestarle atención a Su Cuerpo planetario, enmudece la NOTA y extinguido el Fuego que aquella suprema NOTA evocaba de las insondables entrañas del COSMOS ABSOLUTO, el planeta deja de ser en el tiempo y muere por inanición, por falta de Fuego y empieza para él el no menos misterioso trabajo de disolución de sus componentes químicos. Los Devas del Fuego dejan prácticamente de actuar y, llevando cada cual consigo "su grupo de salamandras", se refugian en las indescriptibles regiones del éter, en donde el Fuego creador se halla en perfecto reposo, a la "eterna espera del Día de la Oportunidad", es decir, el momento solemne en que otra NOTA invocativa, más potente que la que galvanizó sus impulsos ígneos precedentes, los vuelva a poner en cíclico movimiento y contribuyan de nuevo a la obra creativa de introducir fuego en la masa incandescente del planeta. Esto hará infundir vida a su entero contenido y dotarle del movimiento de ROTACIÓN mediante el cual la NOTA mágica que surge del gran Océano Creador de Vida pueda hacer sentir su presencia social -si así podemos decirlo- en el Espacio y en el Tiempo. Comprendemos que estas ideas son muy abstractas; sin embargo, no hay otra manera de expresarlas. La aplicación correcta del principio de la analogía hará posible su correcta interpretación. La desintegración de cualquier astro que ocupe un lugar definido en el Espacio tiene lugar cuando el Agni que rige y alimenta la "combustión" o "incandescencia" de su núcleo central deja de prestarle atención y, siguiendo las misteriosas instrucciones del Logos creador de aquel particular cuerpo celeste, "ABSORBE EL FUEGO DENTRO DE SÍ" y se refugia con él en el impenetrable Misterio del definido Plano de la Naturaleza en donde tiene su Morada. Esta retirada del Fuego que origina automática y simultáneamente el fenómeno de la MUERTE de un astro es similar, dentro de los limites naturales impuestos por la evolución, a la que origina la muerte del cuerpo físico de cualquier ser humano. En ambos casos se produce la retirada del factor vital (llámesele Fuego, Vitalidad o Dinamismo creador) y el consecuente fenómeno de la desintegración. Pero, siempre serán los AGNIS, los Promotores del Fuego Sagrado de la Vida de la Naturaleza, los Responsables del proceso, ya se realice en los éteres del Plano físico, del Astral o del Mental, pues el Fuego en todas sus infinitas modificaciones es el Eterno Dador de Vida en todos los niveles del Sistema Solar. Los tres tipos de Fuego antes descritos, el físico, el emocional y el mental, están muy íntimamente vinculados, en lo que a nuestro Universo se refiere, con las tres grandes Constelaciones de ARIES, de LEO y de SAGITARIO, siendo Marte, el Sol y Júpiter los astros que canalizan las tres potentísimas corrientes de energía ígnea dentro de nuestro Sistema planetario. La evolución de un astro cualquiera dentro de nuestro Universo dependerá absolutamente de la evolución de los AGNIS que promueven y mantienen encendidos sus Fuegos internos. Dichos Agnis son un resultado invocativo de la evolución espiritual del Logos Solar. Lo mismo ocurre con la evolución mística o espiritual del hombre, que determinará el desarrollo de sus centros etéricos y consecuentemente la calidad de los que concurren en el desenvolvimiento del destino de su vida o sea, del Fuego de Fohat, del Fuego Solar o del Fuego de Kundalini, expresiones ígneas de su Mónada, de su Alma y de la triple Personalidad en cualquier momento del tiempo y en cualquier lugar del Espacio.