En el meollo de cada semilla existe un centro vivo que contiene los resultados almacenados de la estación anterior como posibilidad vibratoria. El despertar estacional o agitación en pos de la vida en un sueño apropiado produce un equivalente sutil del "sonido". Este "sonido" es entonces "oído" en las regiones elementales que rodean su fuente y los constructores espirituales de la naturaleza responden al llamado. Cada tipo de crecimiento - tallo, brote, hoja y flor- tiene su propia nota o convocatoria, a la que responde el constructor apropiado. Como el sonido mismo tiene un efecto productor de forma, es el medio por el cual la forma arquetípica de la planta, latente en la semilla y en las mentes de un orden superior de los espíritus naturales, es proyectado hasta el nivel etérico como forma según un modelo. Algunos de los resultados de esta convocatoria vibratoria de la semilla son:
1. Separar y aislar la atmósfera alrededor de la semilla.
2. Poner la materia dentro del espacio aislado que vibra en la tasa requerida, y especializar- la en su presteza para la labor de los constructores espirituales de la naturaleza.
3. Convocar a los constructores que, al entrar en la esfera especializada, son entonces capaces de materializarse debajo, en el nivel en el que han de trabajar.
4. Ayudar a modelar un patrón etérico o molde de la planta como guía o infraestructura, lista para los constructores.
Surgen diferente "células" vibratorias, pues tallo, brote, hoja , flor tienen a su vez que ser construidos y los constructores correspondientes llegan para trabajar en su tarea apropiada. El sonido sutil parece irradiarse no sólo desde el centro vital de la semilla sino también de toda célula embrional a medida que cada cual se desarrolla. El constructor correspondiente a esa célula absorbe el material requerido -el que responde a la misma vibración que él y la célula que está construyendo- y lo transforma cambiándolo de material libre en material especializado. Esta sustancia pasa entonces a la célula desde la que es proferido el sonido, construyéndose dentro del modelo etérico. De esa manera, la célula se nutre y agranda gradualmente lasta alcanzar su límite apropiado, cuando se divide, repitiéndose el proceso. Mientras el material está en estrecha asociación con el constructor, es no sólo especializado para adecuarlo a la célula que crece sino también coloreado por la tasa vibratoria del diminuto espíritu natural respectivo. Al examinar bulbos que crecían en macetas, he visto grandes cantidades de estas microscópicas criaturas etéricas que se mueven en y alrededor de las plantas que crecen. En el nivel etérico son visibles como puntos luminosos que actúan en torno del tallo y que entran y salen del bulbo. Absorben materia de la atmósfera circundante, que depositan al reingresar en los tejidos, y este proceso prosigue continuamente hasta que la planta creció por completo. Las criaturas están por entero absortas en su labor pero lo suficientemente conscientes de sí como para experimentar materia, se agrandan y parecen esferas de color violeta pálido o lila, de unas dos pulgadas (5,08 cm) de diámetro. Luego de expandirse al máximo tamaño de que son capaces, vuelven, y como se dijo antes, reingresan en la planta, en la que descargan la materia y la fuerza vital que 39 absorbieron.
Además de esto, puede verse que las mismas plantas reciben directamente cierta cantidad de sustancia de la atmósfera. Asimismo, hay un efluvio natural de energía vital desde las plantas semicrecidas hasta unos dos pies (0,610 m) por encima y en todo su contorno, y sobre la que las demás criaturas diminutas juegan y danzan. Los constructores espirituales de la naturaleza no se limitan a trabajar en una sola planta o maceta; pues cuando las macetas están cercanas ente sí, pasan rápidamente de una a la otra. Los bulbos mismos dan la impresión de ser pequeñas centrales energéticas, cargada cada una con fuerzas poderosas. El color etérico del bulbo al crecer es violeta-rosado, con una luz más intensa en el centro, de la que surge una corriente etérica que fluye hacia arriba, llevando consigo, a paso más lento, humedad y alimento físicos. Cada cambio de estructura y color reclama otro grupo de constructores, y cuando empieza a formarse el bulbo, entra en escena un apropiado orden de espíritus naturales. Cuando empieza a ser construida la flor, aparecen las hadas apropiadas, y estas son responsables de todo el colorido y estructura del pimpollo. Las hadas de las flores son suficientemente conscientes de su labor especial como para sentir agudo placer en su realización. Permanecen en estrecha asistencia a medida que se desarrolla cada brote y cada pétalo, y parecen apreciar la admiración humana por los resultados de sus faenas. Cuando las flores son cortadas, las hadas constructoras pueden acompañarlas y estar con ellas algunas horas. Para cuando la flor está totalmente desarrollada, resuena con plenitud el acorde creador o "Palabra" de la planta. Entonces están presentes y trabajan todos los espíritus naturales apropiados. De modo parecido, en la Naturaleza por doquier, todas las sustancias y formas deben su existencia a la "Palabra" creadora, siempre pronunciada, y a la actividad de los espíritus naturales y de los dioses. Al observar las variadas formas de la Naturaleza, sus metales y sus gemas, sus flores árboles, sus colinas y cordilleras, contemplamos ciertamente no sólo las auras materializadas de los Dioses sino también, si con total reverencia pudiese decirse así, al Dios Mismo. Pues la Naturaleza no es sino Dios revelado, el sueño de Dios manifestado por la expresión continua de Su “Palabra”, el canto de Su Nombre poderoso, y el misterio incesante, constructivo y embellecedor de los Dioses mayores y menores. Con estos, e indudablemente con muchos otros medios, El introduce en la existencia de los seres y a todas las cosas, sosteniéndolas al derramar el sacrificio perpetuo de Su Vida.
Además de esto, puede verse que las mismas plantas reciben directamente cierta cantidad de sustancia de la atmósfera. Asimismo, hay un efluvio natural de energía vital desde las plantas semicrecidas hasta unos dos pies (0,610 m) por encima y en todo su contorno, y sobre la que las demás criaturas diminutas juegan y danzan. Los constructores espirituales de la naturaleza no se limitan a trabajar en una sola planta o maceta; pues cuando las macetas están cercanas ente sí, pasan rápidamente de una a la otra. Los bulbos mismos dan la impresión de ser pequeñas centrales energéticas, cargada cada una con fuerzas poderosas. El color etérico del bulbo al crecer es violeta-rosado, con una luz más intensa en el centro, de la que surge una corriente etérica que fluye hacia arriba, llevando consigo, a paso más lento, humedad y alimento físicos. Cada cambio de estructura y color reclama otro grupo de constructores, y cuando empieza a formarse el bulbo, entra en escena un apropiado orden de espíritus naturales. Cuando empieza a ser construida la flor, aparecen las hadas apropiadas, y estas son responsables de todo el colorido y estructura del pimpollo. Las hadas de las flores son suficientemente conscientes de su labor especial como para sentir agudo placer en su realización. Permanecen en estrecha asistencia a medida que se desarrolla cada brote y cada pétalo, y parecen apreciar la admiración humana por los resultados de sus faenas. Cuando las flores son cortadas, las hadas constructoras pueden acompañarlas y estar con ellas algunas horas. Para cuando la flor está totalmente desarrollada, resuena con plenitud el acorde creador o "Palabra" de la planta. Entonces están presentes y trabajan todos los espíritus naturales apropiados. De modo parecido, en la Naturaleza por doquier, todas las sustancias y formas deben su existencia a la "Palabra" creadora, siempre pronunciada, y a la actividad de los espíritus naturales y de los dioses. Al observar las variadas formas de la Naturaleza, sus metales y sus gemas, sus flores árboles, sus colinas y cordilleras, contemplamos ciertamente no sólo las auras materializadas de los Dioses sino también, si con total reverencia pudiese decirse así, al Dios Mismo. Pues la Naturaleza no es sino Dios revelado, el sueño de Dios manifestado por la expresión continua de Su “Palabra”, el canto de Su Nombre poderoso, y el misterio incesante, constructivo y embellecedor de los Dioses mayores y menores. Con estos, e indudablemente con muchos otros medios, El introduce en la existencia de los seres y a todas las cosas, sosteniéndolas al derramar el sacrificio perpetuo de Su Vida.
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