Se gozan en la luz y resplandor del sol, aunque con el mismo placer danzan a la luz de la luna. Participan de la satisfacción de la sedienta tierra, de las flores y de los árboles al caer la lluvia y también juguetean igualmente dichosas con los copos de nieve. Gustan de flotar perezosamente en la calma de una tarde de verano, y sin embargo también se solazan con la violencia del viento. No
solo admiran con una vehemencia que pocos de nosotros pueden comprender la belleza
de un árbol o de una flor, la delicadeza de sus matices o la gracia de su forma,sino que tomas vivísimo interés y sienten hondo deleite en todos los procesos de lanaturaleza, en la circulación de la savia, el brote de los renuevos y el nacimiento y caída de las hojas.
Por supuesto que de esta característica se aprovechan los grandes Seres que presiden la evolución, valiéndose de los espíritus de la naturaleza para ayudar a la combinación de los colores y al arreglo de las variedades. Además atienden cuidadosamente a la vida de las aves e insectos a la empolladura de los huevos y a la eclosión de las crisálidas, así como se complacen en vigilar las trincaduras y
jugueteos de los cervatos, corderillos, ardillas y lebratillos.
Otra ventaja inestimable de la evolución etérea es que no necesitan alimentar sus cuerpos por medio de la comida y bebida, sino que el cuerpo del hada absorbe del éter circundante sin esfuerzo, fatiga ni tasa cuanta materia necesita la nutrición de su cuerpo. En rigor no cabe decir que absorbe materia etérea sino mas bien que continuamente se efectúa un intercambio de partículas, desasimilándose las gastadas por haber consumido su energía y asimilándose otras plenamente dinamizadas.
Aunque los espíritus de la naturaleza no comen, la fragancia de las flores los deleita en grado análogo al placer que los hombres experimentan al saborear los manjares. El aroma es para ellos algo mas que una halago del olfato o del gusto, pues se bañan en él hasta empapar todo su cuerpo.
Lo que en ellos desempeña funciones de sistema nervioso es mucho más delicado que el nuestro. Perciben grandísimo número de vibraciones que escapan a nuestros groseros sentidos y así notan el olor de no pocas plantas y minerales que a nosotros nos parecen inodoros.
No tienen estructura interna, pues sus cuerpos son como neblina, y por lo tanto no es posible desmembrarlos ni herirlos ni les afecta penosamente el calor ni el frío.
Así hay una variedad de hadas que parecen preferir a toda otra cosa el bañarse en el fuego. Cuando estalla un incendio acuden presurosas de todas partes y se deslizan con salvaje deleite entre las oscilantes llamas como los muchachos en el declive de un tobogán. Estas hadas son los espíritus del fuego o las salamandras de la literatura medieval. Los espíritus de la naturaleza sólo pueden sentir dolor corpóreo a consecuencia de una desagradable o inarmónica emanación o vibración,
pero les cabe evitarlos por la facultad que tienen de trasladarse celérrimamente de un punto a otro.
Según se infiere de las observaciones hechas hasta ahora, las hadas están del todo libres de la maldición del miedo, tan prevaleciente en la vida del reino animal, que en nuestra línea de evolución es correlativo del reino de las hadas en la evolución etérea.
Romanticismo de las hadas
Tienen las hadas una imaginación envidiable por lo fértil, y en los ratos de recreo con sus compañeras se complacen en idear todo linaje de fantásticos escenarios y románticas situaciones. Puede entonces compararse el hada a un niño que relata cuentos a sus compañeros, aunque con la
ventaja sobre el niño de que como las demás hadas tienen visión etérea y astral inferior, todas las ideas y personajes del cuento toman forma visible para los oyentes en el transcurso de la relación.
Sin duda que muchos de estos cuentos nos parecerán pueriles y de muy limitada y extraña finalidad, porque la inteligencia del hada actúa en dirección distinta de la nuestra; mas para ellas son vividamente reales y motivo de inagotable deleite.
El hada que denota extraordinario talento en imaginar narraciones se conquista el afecto y consideración de sus compañeras, sin que jamás le falten auditorio y séquito.
Cuando algún ser humano vislumbra un grupo así de hadas, lo juzga según sus rutinarios prejuicios y toma al hada principal por un rey o reina según la figura que en aquel momento asuma el hada. En realidad, el reino de los espíritus de la naturaleza no necesita régimen alguno de gobierno, excepto la inspección general que sobre ellos ejercen los devas superiores y sus subordinados, sin que se den cuenta de esta inspección mas que los espíritus de la naturaleza muy adelantados.